sábado, 6 de junio de 2015

Seis meses...

Sería imposible de creer, sería difícil de asimilar, pero era lo que les estaba pasando, ¿cómo era posible? ¿cómo había pasado? 

Se miraban con complicidad, ese era el día, seis meses, hacía seis meses que el destino les había unido, sin saber cómo se encontraron, intentaban recordar qué pasos siguieron hasta encontrarse en ese punto. Era imposible, no sabían qué pasos había seguido el destino, pero ahí estaban, el tiempo había pasado y ya llevaban seis meses juntos, aunque tenían la sensación de conocerse de toda la vida. 

Estaban juntos, el sitio no importaba porque cuando estaban los dos sentían estar solos, con una mirada se transportaban a un mundo en el que no hacía falta hablar, no necesitaban un sitio especial, todo era especial si estaban juntos... Se olvidaban del mundo que les rodeaba, como si estuvieran en un mundo en el que solo existían ellos, nada ni nadie los acompañaba, no había nada a su alrededor, solo ellos, sus miradas cómplices y sus sonrisas.

Sus miradas conseguían que el mundo respetase ese espacio, como si fuera inaccesible para todos, como si fuese una burbuja, un espacio exclusivo para ambos. Incluso aquellas personas que conocían a ambos, no querían invadir ese espacio. Habían creado un espacio respetado por todos. Al mirarlos se podía ver el amor, el respeto, la complicidad, la confianza, que se tenían el uno por el otro. Mirarlos implicaba sentir lo mismo que estaban sintiendo ellos, aunque con nostalgia, envidia y deseos de sentirlo por alguien.

Se les veía tan bien, tan felices, que nadie se atrevía a romper esa perfección, ese minimundo en el que solo las miradas hablaban... 

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