lunes, 31 de agosto de 2015

Luchando...

Ese día se levantó con la sonrisa habitual, con esas ganas de vivir que caracterizaban su carácter, que hacía que la gente sonriese cuando se cruzaban, que le devolvían la más sincera de las sonrisas.

Parecía ser un buen día, aunque todo empezó con tropiezos, en cada uno sonreía más, se animaba más, por ir superándolos, y su sonrisa hizo que se emocionase con algo que apareció e hizo que se parase en seco. 

De pronto todo había cambiado, con ese avance que hizo que todo volviese a lo que antes fue, con esa sonrisa que había crecido, no era posible, ¿cómo había ocurrido?, ¿era real?, pues sí, allí se encontraba frente a una situación sorprendente sin saber qué hacer pero sin dejar de sonreír. 

Eso era la felicidad, encontrarse con situaciones sorprendentes, como aquella, que hacían que se plantease seguir adelante mucho más feliz de lo que creía que podía ser. 

El pasado había vuelto, era habitual, pero esta vez era de forma diferente, no tuvo miedo, más bien alegría, sorpresa y ganas de luchar por eso que un día no pudo tener. Era el momento de demostrar algo que le habían arrebatado sin saber cómo ni por qué, era el momento de volver a vivir, de volver a luchar, de coger todas sus fuerzas y multiplicarlas por mil, de sonreír sin medida, de sentir como su cuerpo se hacía más y más grande.

A veces, sólo a veces, tienes una segunda oportunidad, a veces puedes demostrar con más ganas que quieres lo que tienes delante, que vas a luchar por eso que casi pierdes y ahora, la vida te da la opción de luchar, de cuidarlo y de conservarlo. Pero sólo a veces, quizás deberíamos empezar a valorarlo antes de que se nos escape, porque no siempre tenemos una segunda oportunidad. 

Sonríe, no te rindas nunca, no dejes de luchar, jamás dejes que te quiten lo que eres, una y mil veces más, sé tú, impide que aquellos que te dañan cambien tu felicidad. 


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